martes, 26 de noviembre de 2013

RESEÑA DE VORAZ, DE FERMÍN MORENO.


Voraz ha sido, sin duda, una de las novelas más crueles que he leído del género. Fermín Moreno recrea un universo donde el instinto primario gobierna las mentes de los seres humanos y de las nuevas especies que irán proliferando sobre la faz de ese mundo imaginado. Da la impresión de que su autor ha hecho un ejercicio de imaginación importante, al tratar de visionar una realidad más cercana al instinto que a lo humano. Poco a poco, va desgajando la mente de los personajes que pueblan su obra hasta dejarlas desnudas de todo sentimiento, conservando tan solo el puro instinto de supervivencia, esa especie de memoria ROM que dicta las instrucciones básicas de todo animal. En Voraz, no hay cabida para los clásicos héroes virtuosos que abundan en el género fantástico, apenas hay un pequeño rincón donde la ternura o la filantropía propia de algunos humanos puedan refugiarse durante algunas páginas. El hambre y otras necesidades primordiales, como las de la procreación con fines absolutamente expansionistas, o de perpetuar cada especie, son las pulsiones básicas que dictan las normas.
 La novela se divide en cuatro actos, cada uno de ellos enmarcado en una época distinta desde el importante acontecimiento que significará el punto de inflexión para la especie humana. Ese momento crítico está marcado con fuego sobre el calendario de la historia a raíz de un acontecimiento espeluznante. Los muertos parecen resistirse a dar con sus huesos maltrechos en las poco acogedoras estrecheces de las tumbas que significaran un punto final para aquellas vidas terrenas, que otrora animaran sus caparazones orgánicos. Pero ahora, aun a pesar de que, aparentemente, ya no hay signos vitales dotando de energía sus cuerpos, recorren todavía las calles en busca de alimento que llevarse a las bocas. Aunque, tal vez no signifiquen meras turbas de muertos andantes lo que puebla las calles de las ciudades. Quizás la evolución esté jugando con nuevas fórmulas un tanto terroríficas y lo que algunos piensan que son cadáveres reanimados, no sea sino una nueva especie que busca destronar al propio homo sapiens.
  La acción comienza ya desde un momento avanzado de esa nueva realidad que ha tenido a bien perfilar la propia evolución, ya que desde el primer capítulo la historia nos cuenta los avatares propios de una sociedad que se está adaptando a la ardua convivencia con ese nuevo vecino que le ha tocado. A través de diversos personajes iremos adentrándonos en esa nueva realidad y conoceremos, entre otras cosas, los avances de un científico y sus ayudantes que, cual dioses alocados, esculpirán algo que acarreará en el futuro nuevas madejas genéticas bastante desagradables de ver a través de nuestra humanizada perspectiva.
 Conforme vayamos avanzado en el progreso de esos cuatro actos que conforman la novela, iremos conociendo las distintas etapas de una evolución que ha dado un giro importante. Siempre y cuando lo veamos con nuestra mente racional contemporánea, claro. Habrá nuevas formas de vida, nuevos intereses en juego sobre la faz de la tierra y buen puñado de nuevas especies poblando los rincones del planeta, al mismo tiempo que otras irán declinando hasta la extinción. También el clima sufrirá drásticas transmutaciones e incluso seremos testigos de una doctrina ligeramente novedosa que ha sido el fruto, como tantas otras veces, de las interpretaciones curiosas que da el ser humano a cosas que desconoce y al sincretismo propio de esa frustración que nos pide nuevas respuestas a viejas preguntas.
 Una novela entretenida y bien escrita. Siempre y cuando uno se acerque a ella a sabiendas de que encontrará escenas verdaderamente crudas, podrá resultar una lectura interesante. El autor se vale de distintos registros a lo largo de la misma, utilizando con acierto una narrativa diferente en cada momento, según las necesidades de la obra. Cabe mencionar la buena mano de Fermín a la hora de explicarnos determinadas circunstancias muy ligadas al mundo de la genética, aportando explicaciones a algunas cosas y dotando de realidad hechos que, de otra forma, hubieran quedado enmarcados en el terreno de lo puramente fantástico.
 Todo hay que decirlo, desde el principio me pareció quizás un tanto excesiva la cantidad de escenas de sexo explícito y sus escabrosos detalles. Pero al mismo tiempo comprendí que esto no era algo fútil ni casual en absoluto. No era recrearse porque sí en ello. Si un autor nos quiere contar una realidad tan visceral, intentar que veamos el mundo bajo una perspectiva más animal y dejar a un lado la humanidad propia de nuestra especie, es necesario retirar esa corteza que nos hemos ido formando a lo largo de los siglos sobre nuestras bases más primarias. Los fluidos corporales tienen en esta obra, por tanto, un papel fundamental, y es como si se entregaran a una alocada danza de intercambios genéticos sin fin.

Ya como anécdota sin importancia, y es que no puedo terminar esta reseña sin mencionarlo, sólo añadir que me hizo una extraña ilusión "ver" cómo uno de esos seres renqueantes llevaba puesta una camiseta con el logo de uno de mis grupos musicales favoritos.

Bon appetit.