sábado, 13 de octubre de 2012


MI VISIÓN PARTICULAR SOBRE EL MUNDO ZOMBI Y LO QUE ÉSTE NOS HACE SENTIR.


Debido a mi humilde, y a veces un tanto discreta aportación a un género literario como el zombi, que durante los últimos años está gozando de una considerable aceptación entre el público, en numerosas ocasiones me han preguntado mi opinión al respecto de dicha popularidad. En su momento y para la primera presentación de la novela, decidí redactar unas notas que al final terminaron convirtiéndose en una pequeña reflexión que hoy he decidido exponer aquí. Al principio era un simple ejercicio con el que afianzar unas bases, con las que tener luego un tanto allanado el terreno del que sería mi primer “discurso literario”. Luego, como podrán ver, esas notas terminaron convirtiéndose en el texto que dejo a continuación.

El ser humano es muy joven todavía. En realidad, hace apenas un suspiro que lleva habitando sobre la faz de la tierra, si se tiene en cuenta la edad de la misma y la longevidad de otras eras anteriores a la del homo sapiens. Aunque quizás nos parezca mucho tiempo, hace relativamente poco que nos hemos bajado de la rama del árbol a la que antes permanecíamos recelosamente encaramados, siempre vigilantes, siempre alertas a los peligros que acechaban sin descanso, sobre las llanuras plagadas de depredadores en potencia. Hace también muy poco tiempo desde que, por necesidades perentorias, nos hemos tenido que bajar de la relativa seguridad de esas mismas ramas, para buscarnos el sustento y así perpetuar nuestra propia especie. Quizás por ello, aún conservamos en nuestra memoria genética, en el baúl inmenso del inconsciente colectivo, ese apego a la sensación de pánico. El miedo era un útil mecanismo que en los albores de nuestra existencia nos hacía estar siempre alerta ante el peligro. Tal vez echemos de menos esas poderosas inyecciones de adrenalina que inundaban nuestro torrente sanguíneo, cuando el peligro surgía en el momento más inesperado, apareciendo en forma de depredador tras el arbusto en que permaneciera agazapado y silencioso. 
Por ello es comprensible que ahora, en el presente, aún cuando la sensación del miedo más puede suponer un incómodo vestigio del pasado, una sensación paralizante que en nada nos ayuda ya, sigamos sin embargo buscando esa poderosa sensación de la adrenalina recorriendo nuestro cuerpo. Algunos buscan esa gratificante experiencia entregándose de manera voluntaria a los vertiginosos brazos de algún deporte de riesgo. Otros, sin embargo, prefieren pasar unas horas sumergidos en la atmósfera opresiva e intensa de alguna película o novela de terror. Es esta la razón fundamental por la cuál yo pienso que dicho género, aún tras largos años de existencia, sigue gozando de tanta aceptación entre un enorme sector de la población. Algo subyace todavía escondido en algún rincón de nuestro inconsciente, esperando a ser despertado de cuando en cuando, para que podamos vivir esos momentos de tensión, que en el fondo, todavía queremos experimentar en nuestras carnes.
¿Qué mejor manera pues, de rescatar todo ese añorado azote de intensas vivencias, que el de entregarse durante el lapso de algunas horas, a la vívida fantasía de creerse nuevamente rodeados por enardecidos depredadores que buscan nuestra sangre? ¿Y si además de todo ello, esas mismas criaturas que se esconden al acecho, tras la próxima esquina de la calle por donde deambulamos, resultan ser nuestros propios vecinos? He aquí la clave para mí, del éxito que goza en nuestros días el fenómeno zombi. Es sin duda una dosis para muchos necesaria, de la anhelada adrenalina. 
 También podríamos añadir que es un terreno idóneo para encriptar en clave de narración terrorífica, ciertas denuncias a una sociedad en muchos aspectos idiotizada o el potencial que tiene el género para mostrar los lados más deplorables de la humanidad. Pero claro, estos ya serían otros puntos analizados también en el presente blog y por eso quería centrarme en los aspectos arriba mencionados.


miércoles, 10 de octubre de 2012

RESEÑA DE "Y PESE A TODO..." DE JUAN DE DIOS GARDUÑO.



 “Y pese a todo...” fue la primera novela que leí este año 2.012. Aún perdura en mi paladar ese buen sabor de boca que me dejó tras devorarla en apenas un par de días. Todo lo que aquí hable de ella se quedará seguramente corto, pues como digo, hace ya unos cuantos meses que di buena cuenta del libro, y seguramente bastantes detalles se hayan ido diluyendo un poco en mi memoria. Es una pena no haber sufrido antes este repentino arrebato de conservar en clave de reseña todas mis lecturas, pues habría dejado constancia de las impresiones causadas por muchas otras buenas obras, evitando así que se fueran emborronando demasiado en mi memoria.

“Y pese a todo...” es una novela que te engancha desde la primera página. A mi al menos fue lo que me sucedió. El libro arranca con sencillez, sin demasiadas complicaciones, pero al mismo tiempo logrando que nuestra atención no se disperse hacia ningún otro lado. Juan de Dios Garduño nos presenta  en los primeros capítulos a su reducido elenco de personajes. Tan solo cuatro, si contamos con el perro que es la mascota de uno de ellos. Me gustaría aclarar que más adelante, ya bien sea mediante la retrospectiva o ya en el final del libro, también salen más personajes. Sin embargo estos últimos sirven únicamente casi como escenario de fondo, para que no olvidemos que también hubo una humanidad antes del cataclismo que azotó el mundo, y que esa humanidad sigue subsistiendo en alguna parte, quizás en reducidos grupos de refugiados dispersos sobre la faz de la tierra. De este modo, estamos ante una novela que carga todo el peso de la trama sobre estos pocos personajes y es increíble cómo con tan pocos se puede hacer una obra tan entretenida, original y aterradora.
La novela nos cuenta las vicisitudes por las que han de pasar los supervivientes de un mundo azotado por un cataclismo nuclear y bacteorlógico, y siempre desde la visión particular de dos personajes que se han visto confinados a las estrecheces de lo que antes fueran sus hogares, en Bangor, Maine. Salir a por víveres con los que subsistir, cuidar que las defensas que protegen sus casas estén en condiciones o simplemente tomar un poco de aire fresco de vez en cuando, se ha convertido para ellos en una difícil tarea con la que se jugarán la vida. Pero si además de todo esto, tenemos en cuenta que hay ciertas tiranteces, algunos aspectos incómodos entre ambos, podemos imaginar lo duro que es el día a día en ese mundo donde ahora habrán de sobrevivir.
Es fácil imaginar el frío viento ululando durante toda la novela, aportando una atmósfera muy apropiada para que germine la intriga, el terror y un constante sentimiento de peligro al acecho. La blancura de la nieve está muy presente en la historia, y nos hace sentir frío en la piel, mientras casi podemos escuchar los pasos de las botas de los personajes hollando el gélido y argentino manto. La sensación de silencio opresivo nos hace sospechar que en cualquier momento, durante alguna de las arriesgadas incursiones por parte de alguno de los personajes en el pueblo, puede surgir de improviso la amenaza desde cualquier rincón. Porque además, hay que tener muy en cuenta que no estamos hablando de un tipo de zombies precisamente muy típicos. Las criaturas de Juan De Dios Garduño son las más atípicas que he conocido en este tipo de literatura. Ya en la portada podemos observar este detalle. Esto dota de un importante grado de originalidad a la obra. Estamos hablando de unos seres que, digámoslo así, son muy difíciles de ver hasta que los tienes encima. Pero cuando por fin aparecen, demuestran un hambre insaciable y una brutalidad espantosa. Además, no todos ellos son iguales, pues presentan peculiaridades, mutaciones varias y comportamientos desconcertantes. Son un tipo de criaturas que a mí personalmente me han fascinado y considero muy efectivos a la hora de transmitir terror.
Otro punto muy favorable de la novela es la capacidad que tiene Juan de Dios de hacer que nos sintamos en la piel de los personajes. Logra hacer que sintonicemos con todo lo que bulle en la mente de los mismos, que nos posicionemos con sus posturas o tal vez las repudiemos. Sus rencillas y pesares, sus comportamientos, a veces intolerables o incluso un tanto egoistas, aunque también en otros casos admirables, logran que nos los creamos y aceptemos que en verdad son seres humanos que están ahí, pasándolas canutas en un mundo que ha cambiado de manera drástica. Debo confesar que en más de una ocasión he sentido indignación a causa de la manera de pensar de alguno de sus personajes, y esto quiere decir que el autor ha hecho un gran trabajo a la hora de construir y hacer vibrar a esas pequeñas creaciones suyas.
Conforme vamos avanzando hacia el final de la novela, va creciendo poco a poco la sensación acuciante del peligro que vigila en las noches, siempre al acecho, siempre anhelante. Cada sonido sobre la madera, cada peregrino paso y cada visión furtiva que vomita la oscuridad nos hacen temer por la vida de nuestros queridos personajes. El terror les observa desde fuera de sus refugios y a veces llega a resultar paralizante. El circulo se estrecha poco a poco.
Hay espacio para los momentos emotivos durante toda la historia, pero una vez llegados al final de la misma, quizás no pueda el lector evitar verse obligado a disimular un poco sus reacciones. Juan de Dios lo ha logrado, ha hecho posible que llegues a querer de un modo u otro a sus personajes y a temer realmente por sus vidas.
Por todo ello opino que es una novela altamente recomendable, con grandes dosis de originalidad y donde el miedo siempre está presente, impregnando cada una de las páginas.


martes, 9 de octubre de 2012


LA SAGA DE AFRICANUS DE SANTIAGO POSTEQUILLO.




Si hace poco subía aquí una reseña donde analizo mis impresiones sobre la novela “El Espíritu Del Lince” de Javier Pellicer, hoy me aventuro a hacer unas reflexiones sobre una grandiosa saga de otro autor español. Dicha obra trata sobre el mismo conflicto bélico que sirve como marco para aquella. Debo empezar confesando mi absoluta fascinación por tan magna obra. A veces puede parecer que me deshago en elogios con facilidad, pero no es así. Cuando una obra no me convence, simplemente prefiero no pronunciarme mucho sobre ella.
La saga de Africanus es una obra que da gusto paladear con detenimiento, aprovechando al máximo cada sorbo de esa prosa deliciosa. Su larga extensión nos permite ir conociendo en detalle a todos los personajes, hasta el punto de vernos capaces de sentir en nuestra piel sus inquietudes y pesares. Durante su lectura, he lamentado varias veces no poder continuar devorando otro capítulo más, ya bien fuera porque el sueño me vencía, - tarde o temprano todos tenemos que dormir -, o porque las obligaciones me apartaban momentaneamente de la lectura. Pero cada vez que regresaba a ella, encontraba nuevos alicientes para continuar conociendo más rincones, dentro de ese mundo de antiguas civilizaciones que Santiago ha rescatado para nosotros. La saga va alternando con acierto momentos de conspiración, luchas de poder en el Senado y batallas con un sabor épico de lo más emocionante. Los personajes están construidos desde la humanidad más visceral. Son seres que respiran el mismo hálito que alimenta nuestras almas y, por tanto, llegan en momentos determinados a pecar de los mismos fallos que cualquier otro ser humano. Esto los hace más cercanos, a pesar de que estamos hablando de hombres que han alcanzado la categoría de lo legendario. He llegado a sentir cómo la pena que corroía las entrañas de alguno de ellos azotaba mi propio corazón. Esto dice mucho en favor de Posteguillo y su manera de hacernos llegar todo lo que bulle dentro de sus personajes. Otro punto muy favorable es la forma paulatina de profundizar en la mente de esos históricos hombres. A pesar de que la obra contiene un amplio elenco de personajes, el autor se las apaña muy bien para hacer que no olvidemos quién es cada cual, cómo piensa, y cómo será más probable que actúe frente a los retos que le son planteados.
También se nos muestra otra faceta de las guerras. Tan extenuante como el campo de batalla puede llegar a ser una lid entre hombres de saber. La lucha de la razón o la sinrazón es un mundo donde cada envestida ha de ser minuciosamente preparada, cuidada al detalle para que aquel que la esgrima no caiga en las trampas aviesas de su oponente.
Por supuesto también hay espacio para el amor en la saga. Aunque cabe resaltar la forma dramática en la que el autor nos va dibujando unas relaciones, que en ocasiones se ven irremisiblemente deterioradas por las vicisitudes de un mundo sumido en guerras y luchas de poder.
Un rincón especial he reservado durante casi toda la lectura a las figuras de Anibal Barca y su fiel Maharbal. Debo confesar que al principio no me terminaban de caer bien. Veía al primero como un simple instrumento de la guerra, un hombre sediento de conquistas y venganzas, y al segundo como su hombre de confianza sin criterio propio. Pero poco a poco vamos descubriendo qué hay tras toda esa fachada que recubre el espíritu de ambos personajes. Anibal no es tan inhumano y frío ni Marhabal tan falto de personalidad. Al final me he sorprendido a mi mismo cambiando de bando sin ruborizarme. Y es que en un principio, aunque no comulgo ni remotamente con la manera de pensar romana, creí ver un poco más justa la causa de Publio Cornelio Escipión y sus formas de defender su postura ante sus rivales, tanto políticos como militares, tanto del otro lado de las fronteras romanas, como del propio seno de la misma patria. Pero más tarde conocí una faceta del Anibal de Santiago, tan melancólica, de carácter tan reflexivo, que poco a poco fui dejándome fascinar por esa personalidad tan llena de aristas. En sus entrañas anidan por igual la grandeza del conquistador, la perseverancia del que sueña con alcanzar sus metas, el ímpetu de aquel que busca venganza y la melancolía del que está condenado a vivir en el campo de batalla.
Cabe destacar la relación entre esos dos enemigos que son el cartaginés y el romano. Apenas tienen tiempo de estar frente a frente, de verse cara a cara en contadas ocasiones durante toda la historia. Pero claro, a pesar de ello parecen conocerse demasiado bien, debido a la larga guerra que los ha enfrentado como estrategas de bandos opuestos. Incluso el uno puede reconocer parte de él en el otro y esto hace que se respeten a pesar de ser enemigos enconados en el campo de batalla. Hasta cuando sus respectivos mundos les dan la espalda a ambos, vemos un nexo de unión entre los dos generales.
También es destacable la forma de ir dibujando progresivamente el ocaso de esos personajes. Hemos tenido tiempo durante toda la lectura de conocerlos en profundidad, y eso hace que luego sintamos cierta melancolía al ver cómo con el transcurrir del tiempo estos van cambiando. Tras todas esas gestas inimaginables llevadas a cabo por ambos, resulta difícil digerir que en realidad son seres terrenales que también acusan el paso del tiempo. Seres expuestos a traiciones, desilusión y fracasos y no solo a las mieles de la glorias.

Pero esta humilde reseña no podría considerarse completa sin hablar de Plauto. En la saga hay personajes para todos los gustos, me atrevería a decir. Para todos los gustos y para todos los estados de ánimo. Ya hemos hecho un sucinto repaso por los más afamados, pero aún nos quedan muchos más y, entre ellos, uno que también me ha cautivado mucho durante la lectura es el dramaturgo Plauto. Él es el artista, en ocasiones atormentado, en ocasiones soñador y en tantas otras frustrado. Es un hombre que, aunque más bien un antihéroe, ha tenido que conocer las vicisitudes de la guerra con todas sus consecuencias. Ha sobrevivido a mil y un encontronazos con las asperezas de una vida dura y difícil, apretando los dientes y caminando siempre hacia delante, sin rendirse ni consentir que le arrebataran sus sueños. No es difícil llegar a sentirse identificado con un personaje de estas características, pues todos hemos tenido que lidiar en algún momento de nuestras vidas con todas esas dificultades. Puede que Plauto no conozca la grandeza del conquistador que colecciona momentos de gloria arrancados de un campo de batalla, pero sí sabe lo que es luchar con rabia y determinación por aquello que cree. Como digo, es factible ponerse en su pellejo en numerosas ocasiones, y sentir como nuestros los latidos de su corazón. Plauto, un personaje a ratos mundano a ratos soñador, un tipo que se deja querer por lo cercano de sus inquietudes. Por otro lado, como hombre de letras que me considero, o que más bien sueño ser, puede que quizás esto me haya acercado todavía más a la figura de semejante personaje. El consuelo en las frías noches de Plauto era trasladar sus inquietudes a una obra que las plasmará para el resto de los tiempos.

 No podemos olvidar tampoco a los Emilio Paulo, esa familia tan cercana y afín a los Escipiones. Puede que el personaje más importante de esa familia sea la misma Emilia, esposa de Publio hijo, por ser la persona que representa en este caso el pilar firme, aunque siempre distante en el campo de batalla, en el que durante mucho tiempo se sustentó la fe del mismo general. Ella es la penitente que sufre las consecuencias en silencio, observando cómo el mundo y sus locuras danzan de forma macabra en torno a sus seres más queridos. Por otro lado, los cimientos que afianzan el coraje de Anibal tienen nombre también de mujer, en este caso Himilce. Ella supone la eterna promesa que nunca podrá cumplirse, la inocencia prisionera de ese delirio que es la guerra.
En definitiva ésta es una obra con una carga emocional importante, capaz incluso de arrancarte alguna lágrima en algún momento de la lectura. Las batallas se narran con minuciosidad y sin que decaiga el ritmo en momento alguno. Son pasajes épicos de una intensidad asombrosa, donde podemos llegar a sentir incluso el miedo, la sed de gloria o el nerviosismo de esos soldados que tiemblan bajo el frío aguijonazo de la guerra. Es como adentrarse verdaderamente en otro tiempo.
Me gustaría terminar esta reseña mencionando un hecho importante para mí. Todo buen libro, en este casos englobo a los tres que componen la saga, deja con el tiempo algún tipo de poso en las personas. En mi caso, y creanme si digo que no exagero, la obra de Posteguillo me ha ayudado en diversos aspectos. La sabiduría de sus personajes, desplegada tanto en el campo de batalla como en los duros enfrentamientos ante a un senado implacable, así como las reflexiones de toda índole que se desarrollan en las tres novelas, han obrado un cambio importante en mi manera de ver la vida. Un cambio sin duda alguna totalmente positivo.



lunes, 8 de octubre de 2012

RESEÑA DE "INSTINTO DE SUPERVIVIENTE" DE DARÍO VILAS.



Aunque “Instinto de superviviente” es una novela que ya leí a principios de este año, la historia que narran sus páginas aún permanece bastante fresca en mi memoria. Como le he ido cogiendo el gustillo durante las últimas semanas, a esto de reseñar, he pensado que sería justo hacer lo propio con la obra de Darío Vilas, que tan buenas horas de entretenimiento me proporcionó en su día.
Darío, según le he oído confesar a él mismo, es un escritor que suele sentirse más cómodo en el formato de relato corto. Le encanta la magia que encierran esos finales que son el punto fuerte del cuento corto, el momento en el que definitivamente se pondrá de manifiesto si la historia es buena, mala, o simplemente del montón. También le gusta mucho jugar al despiste, conducir al lector por senderos argumentales a su antojo, para quizás distraerle de algunas cosas que se reservará “traicioneramente” para el final. Bajo estas dos premisas ha llevado a cabo la elaboración de una novela que, aunque corta, tiene exactamente todo lo que necesita para ser una buena obra, sin que nada falte ni nada sobre. Con mucha intensidad. Tal vez al principio de Instinto de Superviviente pueda parecernos que estamos ante una novela al más puro estilo clásico, dentro del género al que nos referimos. Nada más lejos de la realidad. Esa impresión pronto se desvanece, al mismo ritmo que ante nuestros ojos va tomando forma la verdadera esencia de la historia.





Esta es una novela que habla principalmente de, según he creído entender, los laberínticos cauces de la mente humana y la forma en que algunas circunstancias pueden causar ciertas secuelas en algunos intelectos. Por tanto, cabe resaltar el carácter de tipo humano y psicológico que impregna el libro. Puede que dicho así parezca un tanto más complejo de lo que en realidad es, pero prefiero no arriesgarme a cometer spoiler, y dejo por tanto un poco ambigua la explicación. De este modo nos encontramos frente a la historia de dos personajes, Damián y Andrés, quienes, sumidos en la confusión y el horror que ha sembrado un holocausto zombie en su ciudad, se ven obligados a buscar escapatoria, dado que ha llegado el momento en que quedarse encerrados en su refugio resulta del todo inviable. Durante esos primeros capítulos ya vamos intuyendo que algo chirría en nuestro inconsciente, gritándonos encarecidamente para que nos demos cuenta de una realidad, que hasta el final de la novela no nos será totalmente revelada. Debo confesar que mientras leía, preferí entrar por voluntad propia en el juego de Darío. Me sentí más cómodo dejándome engañar un poquito, siendo simplemente un observador que se deja llevar, para disfrutar del resto de atractivos que el narrador va desplegando página tras página. Y es que también encontraremos suficientes alicientes en toda la novela, como para que nunca lleguemos a sentirnos aburridos. No faltarán durante la huida de los personajes, hacia un hipotético mejor lugar, los acostumbrados momentos de tensión e incertidumbre que tanto caracterizan a las novelas de este género. Esto propiciará aún más nuestro despiste, que como he dicho en muchos casos puede estar en cierto modo consentido por el propio lector, y hará que nos dejemos cautivar por una historia donde la emoción y las sorpresas nunca faltan. Una buena innovación dentro del género son los llamados faros. Simplemente diré que son un tipo de criatura que cumple unas funciones distintas que el resto de zombies, pero que al fin y al cabo tienen un propósito tan poco inocuo como el de éstos. Y por último está el plato fuerte de la obra, su final, que al igual que en los relatos cortos, resuena como un redoble esclarecedor y sorprendente. Aunque en las últimas páginas podamos entrever una rendija entreabierta a una secuela, y aunque sepamos ya que habrá más novelas relacionadas con esta, me gustaría mencionar que el libro puede perfectamente funcionar como obra autoconclusiva. Por tanto será del agrado tanto de lectores ocasionales, como de aquellos que quizás quieran profundizar un poco más en los universos de Darío. En definitiva una novela intensa, sorprendente y entretenida, apta tanto para aficionados al género como para personas que simplemente se quieran asomar un poco a este mundillo por curiosidad. 


domingo, 7 de octubre de 2012

 RESEÑA DE "EL ESPÍRITU DEL LINCE" DE JAVIER PELLICER.




A principios de este año terminaba yo de leer esa magnífica saga de Santiago Posteguillo, sobre la vida del cónsul romano Publio Cornelio Escipión. Durante la lectura de la extensa obra, me dejé impregnar por toda la magia de esos personajes históricos a los que el escritor español dotó de vida nuevamente, a una distancia de casi 2.200 años de que los reales murieran. En no demasiadas ocasiones he podido emocionarme tanto con la lectura de una obra literaria. Sus personajes son tan humanos y su historia es contada a lo largo de una saga tan extensa, que al final no pude evitar sentir como mías muchas de sus emociones. Poco después conocí la existencia de otra obra que por lo visto se desarrollaba en el mismo marco histórico, pero profundizando allí donde Posteguillo había pasado quizás un poco de puntillas. Se trata de la novela “El Espíritu Del Lince”, de Javier Pellicer Moscardó. Desde el principio intuí que sería una forma magnífica de conocer más detalles sobre ese periodo de la historia, que tanto me había atrapado ya. Una manera de cerrar un poco más ese círculo en torno a las guerras púnicas y las dos antiguas potencias mundiales que antaño hicieran temblar los cimientos de una tierra en constante ebullición.
Si bien Posteguillo desarrolla su maravillosa saga centrando su vista en las dos grandes potencias del Mediterráneo, Javier nos sitúa su historia en esa península ibérica que quedó atrapada en medio de la larga contienda. Allí es donde estallaron numerosos conflictos entre Roma y Cartago, ya que esta última decidió que sería el terreno apropiado, ya no solo para encontrar recursos con los que poder pagar una deuda casi insalvable con Roma, sino también para comenzar un proyecto expansionista que llevaría a los Bárquidas a una de las gestas más increíbles de la historia. Pero Javier, como digo, nos cuenta las vicisitudes de esta contienda desde la visión de esos íberos, que tuvieron que sufrir la tormenta que dos colosos desataron sobre sus tierras.

Javier Pellicer nos adentra de forma hábil en un mundo pretérito donde nuestra propia tierra, lo que hoy consideramos como un país, todavía estaba conformada por una serie de pueblos casi independientes, donde el concepto de unidad aún estaba muy lejano. La sencillez de la narración, no exenta sin embargo de hermosas metáforas y otros acertados recursos literarios, nos va dibujando poco a poco pinceladas de una historia, que desde el principio promete estar salpicada de momentos agridulces. Ese remanso de paz, que casi desde el mismo principio de la obra, nos hace sospechar el inevitable y posterior desencadenamiento de alguna tormenta, es un comienzo idóneo para conocer bastante a fondo a los personajes principales. Después de una inicial profecía, el narrador de la historia, que no es otro que el personaje principal, comienza a relatarnos su vida de manera retrospectiva. Primero hará que sintamos el gozo que conlleva para cualquier joven el despertarse en un mundo lleno de posibilidades, emociones por descubrir y metas que alcanzar. Irá haciendo germinar en nuestro interior la semilla de la empatía, permitiéndonos reconocer en nuestras propias almas las mismas pulsaciones humanas que recorren las entrañas del protagonista. De esta forma iremos llegando poco a poco hasta un punto donde las olas emocionales que mecen el interior de ese personaje, fluyan casi al mismo ritmo que las nuestras. Entonces comenzará a desatar, primero poco a poco, y luego ya de forma más severa, todos esos insufribles tormentos que azotarán la existencia de Icórbeles. A menudo me he sorprendido a mi mismo pensando que era injusto lo que le iba aconteciendo a ese muchacho, que se estaba convirtiendo en hombre de una manera tan estricta y dura. 

Por otra parte, cada peldaño que ascendemos dentro de la obra, nos demuestra de manera inequívoca el buen trabajo llevado a cabo por el autor, en cuanto a documentación histórica se refiere. Todo encaja perfectamente dentro de ese marco histórico donde se desarrolla la trama. Es cierto, como él mismo nos aclara al final de la novela, que ciertas cosas están sujetas por su puesto a la libertad de su imaginación, pero me ha sorprendido gratamente la manera excepcional de hacer que todo encajara sin rechinar en momento alguno. Debo decir que tan solo soy un simple aficionado a la historia y ni mucho menos un experto, pero como ejemplo, podría destacar el hecho de que he tenido la sensación, durante la lectura de El Espíritu del Lince, de que estaba ante el mismo marco histórico que pude ver pefectamente planteado en la obra de Posteguillo. La tarea de un escritor de novela histórica, es justamente llenar esas lagunas históricas que han quedado huérfanas a lo largo de los tiempos, sin que el conjunto de su visión particular parezca demasiado sacado de contexto. Javier lo logra en esta obra de forma impecable. Una de las cosas que más me han cautivado de la novela, es la manera sencilla de hacer que sintamos simpatía por algunos personajes, admiración por otros y pena en muchos casos. Pero en El Espíritu Del Lince también hay cabida para los momentos épicos, el ensalzamiento de la honestidad, los duros avatares de esas decisiones tremendamente difíciles que tanto nos atañen a los seres humanos y las consecuencias de conceptos tan ferros como el honor, la valentía, el egoismo y, por encima de todo ello, los impulsos del mismo corazón. Tampoco la tragedia está ausente en sus páginas. Y por último, al final de la obra nos encontramos un mensaje que corona todo ello, haciéndonos recapacitar sobre las consecuencias que pueden tener en nuestras vidas, el conglomerado de todos esos conceptos antes mencionados. Con su primera novela, Javier Pellicer afianza nuestra fe en que todavía podemos conocer la historia a través de amenos relatos que, aunque salpicados de buenas dosis de imaginación, no nos alejarán de lo verdadero. En resumen, una novela entretenida, instructiva y llena de emoción.


martes, 2 de octubre de 2012


RESPLANDOR ENTRE LAS BRUMAS.




Puedo ver tu rostro plateado reflejándose sobre la superficie de ese lago de aguas oscuras. La noche ha extendido ya su negro manto, pero mientras fluctúan las aguas, en ellas se contempla con claridad esa huella triste que han dejado en ti los largos años de soledad. El viento sopla en las copas de los árboles con sopor, casi como si estuviera cansado y hastío a causa de tu abatimiento. Añoran las hadas del bosque esa sonrisa que antes las hacía danzar con alegría y que ahora una sombra ha velado por completo, dejando huérfanos a los espíritus del bosque. Allí dónde un pequeño remanso de paz agita mis cabellos con ternura, en el mismo corazón del bosque, reposo con calma mi cuerpo, sentado sobre una roca alta. He podido contemplar tu rostro y enseguida supe que algo grave te afligía el corazón. Sin pensarlo, decidiste confesar tus penas al ver que yo mostraba una expresión de experimentada sabiduría. Entonces hablé, levantando mi mano izquierda en un gesto de compasión sobre tu frente perlada de sudor. Esa corona de angustias que ciñe tus cabellos no estará ahí por siempre y si hoy demuestras tu valor y tus fuerzas no abandonan la senda de tu vida, pronto llegarán tiempos mejores, y los hados del destino acompañarán tu alma hacia tierras más hermosas. Yo en otro tiempo entregué también mi ser a los brazos de la desesperación, pero supe levantarme una y mil veces, apretar los dientes con furia y seguir caminando hacia delante. Siempre hacia delante. De no haber sido así jamás habría podido contemplar este amanecer que hoy acaricia mis sentidos, templando con ternura mis pensamientos mientras me arropa en la noche y aleja los temores de mi lado. Nunca permitas que te borren la sonrisa, te roben las esperanzas, o te priven de esa libertad para soñar.