sábado, 1 de octubre de 2011

Extraido de mi diario cibernetico. Es decir, mi fotolog. 30 de Mar de 2010, a las 20:44

Hoy, tras por pura casualidad, haber llegado hasta un blog, uno más entre tantos otros que abarrotan la red de redes, he sentido algo que ha desatado en mi interior, un impulso incontrolable de vomitar toda mi rabia. El relato, la historia real que allí tuve ocasión de conocer, hizo que algo se revolviera furiosamente en mis entrañas. Una terrible desazón, fruto de todo esto, me ha llevado hasta esta actualización. Una acuciante necesidad de expresar mi ira es la responsable de estas palabras cargadas sin duda de odio, pero más que nada, de pura decepción. Una decepción que pesa en mi alma como si de la cruz más subyugante se tratara.
Semejante historia, ha hecho que me hiciera una vez más, pero con más determinación tal vez que nunca antes en mi vida, la eterna pregunta; ¿Existe algún dios en alguna parte, o simplemente vagamos solos a la deriva? Quizás ahora preferiría saber que no, que no existe cosa semejante, puesto que de lo contrario, me costaría mucho más entender el porqué de algunas cosas, de algunos hechos terribles. Jamás comprenderé, cuál es la maldita razón por la cual han de sufrir irremisiblemente su torpeza, aquellos hijos que no causaron mal alguno en sus vidas. Jamás entenderé porqué han de morir, una y mil veces, tantas personas en su nombre, cualquiera que sea este. Por mucho que algunos se empeñen en hacernos creer que todo forma parte de un plan divino, de un endemoniado plan divino, yo me niego a aceptar tanto sufrimiento, tanta desgracia. Por mucho que me digan que he de arrodillarme ante Él, alabar su grandeza, y agradecer eternamente su “justicia”, algo en lo más profundo de mi espíritu me grita que no ha de ser así. No hemos de temer sus castigos, por mucho que nos quieran hacer creer que nos son infligidos con amor. No hemos de rogar por nuestra salvación, pues me doy cuenta de que estos actos, tanto los suyos como los nuestros, no son fruto del amor, sino del más puro terror por no caer bajo su ira, y de su eterno afán por saberse alabado por encima de todo. Quizás sea cierto que existe un “dios”, aunque tal vez aún no comprendamos qué es exactamente semejante concepto. Tal vez sea este simplemente un sentimiento colectivo, que anida en alguna parte de cada uno de nosotros, en cada fina hebra, de la seda que conforma esa gran telaraña que es nuestra conciencia colectiva. Pero de ser así, está claro que ese concepto de dios está formado por dos partes completamente opuestas. Una nos aflige constantemente, indicándonos que hemos de ser sumisos, y que debemos acatar todo como nos venga, aún cuando ello suponga aceptar cosas terribles e injustas, mientras que la otra nos grita desesperadamente, que hemos de alzarnos y luchar por todo cuanto suponga una meta justa y bondadosa. Es ese sentimiento que en muchísimas ocasiones, nos murmura al oído conceptos humildes, conduciendo nuestras almas por una senda de sabiduría y paz. Francamente, tras esta extraña y enmarañada reflexión, prefiero ahora quedarme con este último consuelo, esta última hipótesis de lo que puede significar el concepto de dios. Y si en un principio mi espíritu se veía atormentado y afligido por la rabia, mientras escribo estas últimas palabras, siento que esta se ha ido disipando, liberando a mi corazón de semejante carga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario