domingo, 2 de octubre de 2011

29 Oct 2010, 23:24

Afuera la lluvia moja el asfalto desde el principio de este atardecer apagado. Ahora ya casi sin ganas ni fuerza, deja caer el cielo sus gotas con lánguido sopor, sobre las gentes apresuradas que deambulan por las calles. Mis botas duermen tristes a la vera de mi puerta, añorando el contacto duro pero mágico de un camino, con principio cierto, pero final desconocido. El pasado se amontona en una maraña confusa de imágenes borrosas entorno a mi memoria. Mi espíritu se deshace en un mar de ímprobos esfuerzos, por apaciguar los azorados latidos de un corazón, que anhela desesperado volver a latir con frenesí, bajo el diapasón acompasado de tus sonrisas. Entumecidos mis miembros, y sedientos de nuevas aventuras, me retuerzo con inquietud como una fiera enjaulada. Un animal salvaje, que desea saborear otra vez un nuevo capítulo de mi vida, cargado con el dulce néctar de excitantes proezas, y el bálsamo de tus besos y miradas, esperándome siempre al final de cada atardecer. Y aquí estoy otra vez acantonado entre cuatro paredes, entre unos muros fríos que oprimen mi afán de libertad y marchitan mis alas. A ritmo de Heavy Metal, siento cómo mis pensamientos se inundan poco a poco de coraje, y mis músculos vuelven a cobrar rigidez. Esperando con ansia, esperando siempre el momento de que estos me impulsen otra vez por esos caminos inciertos, que surcan un mundo extraño, pero repleto de maravillas. De maravillas tan apasionantes y tiernas, como tu mirada de hechicera, y tu luminosa sonrisa.

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